Resulta que tenia como ocho años, y vivía en un pasaje (del cual no podía salir) acá en cerrillos, y resulta que me juntaba con unas niñas, que eran hermanas; ellas vivían como a tres casas de la mía, y el padre de ellas era rebuena onda conmigo, a veces nos regalaba dulces, y otras, hasta jugaba con nosotras un rato. Y un domingo, me dijo: “Vamos a la plaza de los juegos con la Pauli y la Camila, (las hermanas) …quieres venir? Entonces fui a pedir permiso, (eran como las cuatro de la tarde y milagrosamente mi papá me dejó ir con ellos) así que fuimos a columpiarnos a la plaza que estaba al lado de una Multicancha y que tenía muchos juegos y estaba rodeada por insuperables y gruesas ligustrinas (yo no me salía por nada del mundo del columpio). La horas se escurrieron rápidamente como agua ligera que se filtra entre un par de manos cóncavas para estancarla.
Ya como a las seis de la tarde nos íbamos de vuelta a casa... Y mientras volvíamos arranqué del camino un par de flores para recordar lo lindo que lo habíamos pasado, pero al una roza me pinchó la yema de mi dedo rechoncho, y lloró una que otra gota de sangre, pero a mí no me importó.
Llegué a casa muy, muy contenta, a pesar de mi dedo herido y un poco de dolor de cabeza porque me había caído del columpio que se había puesto violento, porque lo empujaron muy fuerte al darme vuelo. Llegué y mi papá no estaba... encontré la casa sola y con mi abuela en su cuarto regañándome y preguntándome si me mandaba sola (cosa que no entendía porque tenía el permiso de papá para ir a jugar). Llegó mi papá en la moto (después de salir a buscarme con desenfreno) y me preguntó donde estaba metida y qué me creía... me golpeó fuerte en el rostro y el cuerpo ...y mis flores cayeron al suelo junto con mis lágrimas. El rostro se me hinchó un poco y me quedó el ojo un tanto azul verdoso, al igual que mis piernas; me castigaron un par de semanas sin salir más al pasaje y sin ver televisión.
Y Todo por el solo hecho de que no había explayado bien cual plaza era a la que iríamos, esa que queda una calle más arriba, no la otra, que está al lado de mi pasaje.
Ya como a las seis de la tarde nos íbamos de vuelta a casa... Y mientras volvíamos arranqué del camino un par de flores para recordar lo lindo que lo habíamos pasado, pero al una roza me pinchó la yema de mi dedo rechoncho, y lloró una que otra gota de sangre, pero a mí no me importó.
Llegué a casa muy, muy contenta, a pesar de mi dedo herido y un poco de dolor de cabeza porque me había caído del columpio que se había puesto violento, porque lo empujaron muy fuerte al darme vuelo. Llegué y mi papá no estaba... encontré la casa sola y con mi abuela en su cuarto regañándome y preguntándome si me mandaba sola (cosa que no entendía porque tenía el permiso de papá para ir a jugar). Llegó mi papá en la moto (después de salir a buscarme con desenfreno) y me preguntó donde estaba metida y qué me creía... me golpeó fuerte en el rostro y el cuerpo ...y mis flores cayeron al suelo junto con mis lágrimas. El rostro se me hinchó un poco y me quedó el ojo un tanto azul verdoso, al igual que mis piernas; me castigaron un par de semanas sin salir más al pasaje y sin ver televisión.
Y Todo por el solo hecho de que no había explayado bien cual plaza era a la que iríamos, esa que queda una calle más arriba, no la otra, que está al lado de mi pasaje.
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