viernes, 7 de marzo de 2008

Ojalá - Silvio Rodriguez

Ojalá que las hojas no te toquen el cuerpo cuando caigan para que no las puedas convertir en cristal. Ojalá que la lluvia deje de ser milagro que baja por tu cuerpo. Ojalá que la luna pueda salir sin ti. Ojalá que la tierra no te bese los pasos. Ojalá se te acabe la mirada constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta. Ojalá pase algo que te borre de pronto: una luz cegadora, un disparo de nieve, ojalá por lo menos que me lleve la muerte, para no verte tanto, para no verte siempre en todos los segundos, en todas las visiones: ojalá que no pueda tocarte ni en canciones. Ojalá que la aurora no dé gritos que caigan en mi espalda. Ojalá que tu nombre se le olvide a esa voz. Ojalá las paredes no retengan tu ruido de camino cansado. Ojalá que el deseo se vaya tras de ti, a tu viejo gobierno de difuntos y flores.

viernes, 22 de febrero de 2008


Te marchaste, y tus ultimas palabras tenían sabor a odio, pena y rabia. Alzaste palabrotas al viento y con rencor al despediste pronunciaste sabias palabras, que calaron en cada agujero de las astillas que nos habiamos dejado y que otro corazón habia quitado por tí: "Me voi... esta vez me ire muy lejos, me ire para siempre.. para que te des cuenta lo mucho que me extrañarás y te des cuenta que de realmente me amas... Me voi para siempre, para conoscas como es el dolor de no tener a quien amas realmente". Me quedé pasmada, sin articular un solo gesto porque en ese momento tenía el cuello contraído de pena y dolor al verte partír bajo la oscuridad nocturna, el polvo que se levantaba con agetreo y llamas que acariciaban las últimas brisas del verano. Te ví partir entre desconocidos y gente de mala racha, rebeldes vestidos de cuero montados sobre motos agresivas y con el cuerpo desgastado por el tiempo, te fuiste pero al partir volteaste tu rostro, despues de aquella vez no he volvido a verte hasta estos: los ultimos dias de mi vida

lunes, 24 de diciembre de 2007

La Ultima vez


Hoy desperté y tu amor se encontraba tirado en el rincón más oscuro de la habitación. Surgía recién la mañana (que se preguntaba insinuante) y continuó su transcurso: mientras tanto yo, que permanecía estirada e inmóvil envuelta entre sábanas, te tuve bajo una cortina de sueños de los que en realidad, ninguna vez en nuestras vidas vivimos. Fui entonces, corriendo a tu casa a tomar coca-cola con Papá después de bajarnos del auto. A paso raudo llegué al final del pasaje que cobija tu hogar, así mismo abrí con desenfreno la reja y la puerta de la entrada principal. Sin previo aviso me vi desesperada buscando(te) en la sala de estar, la pieza y en el baño. Luego por inercia atravesé aquella puerta sugerente inserta en la muralla deteriorada que hay en la cocina de tu casa en ese momento vacía, y te encontré acurrucado en ti mismo y ahogándote en el mar de tus lágrimas junto a tu perro blanco y café en aquel patio tuyo fatigoso de estar desierto. Te tomé entre mis brazos y rescaté tu cuerpo de aquel abismo profundo e insipiente para arrimarlo junto al mío otra vez; y con mis manos tomé tu rostro agrietado y acaricié con mis labios cada una de las penas que se desmoronaban dejando caminos húmedos en tus mejillas cansadas. Palpé la humedad de tu boca con mi lengua una vez más, después de haberlo hecho de un millar de otras veces antes. Previo a dejarme dar un paso atrás y verme la espalda, encadenaste tus extremidades rodeando mi cuerpo y me rogaste entre sollozos que desistiera… La mañana se extinguía dando paso a mi hora de partida: Salté hacia atrás por dentro y al recorrer por los pasajes de nuestra historia solo pensaba en lo mucho que lamentaba haberte deformado por dentro, entonces te miré y volví a tus ojos, e hicimos el amor por última vez antes de irme, esta vez y después de tantas otras, por siempre y para siempre de tu vida.

lunes, 15 de octubre de 2007

Esfumar.

Déjame solo, de solamente
Déjame solo, de soledad
Si como más que tú
Y vivo más que tú
Y rezo más que tú
Ay como duele saber
Que no volveré a verte...

jueves, 11 de octubre de 2007

Amor amor

Ahh.. la vida. Tomé aire y boté un suspiro. Junté el par de monedas que aún quedaban en mi bolsillo, así mismo tomé el paquete de cigarrillos, el encendedor, las llaves y dejé un aviso. Con paso parsimonioso caminé hacia el almacén que quedaba dos calles más abajo y transité por la acera con el rostro elevado intentando no pestañar, o si no, se me caería el par de lágrimas escurridizas que de hace rato venían manipulándome con el cogote apretujado. Mojé los zapatos con una posa de barro y lluvia que estaba estancada desde la tarde anterior. Si, el cielo se nubló y rompió en llanto al igual que yo, cuando te oía horrorizada: “Talvez ya no te amo”. Dí un paso hacia atrás. ¿Me abrasaste por generosidad? ¿Besaste mis labios empapados en lágrimas por desolación? Ahh la vida… Tú, nosotros, y las inoportunas complicaciones. Te amo, aún te amo.
Con la voz sabor a angustia, pena, humo y tabaco pedí un par de leblones para volver a endulzar la vida, aunque me moje los zapatos
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domingo, 7 de octubre de 2007

Una visita al pasado.




Resulta que tenia como ocho años, y vivía en un pasaje (del cual no podía salir) acá en cerrillos, y resulta que me juntaba con unas niñas, que eran hermanas; ellas vivían como a tres casas de la mía, y el padre de ellas era rebuena onda conmigo, a veces nos regalaba dulces, y otras, hasta jugaba con nosotras un rato. Y un domingo, me dijo: “Vamos a la plaza de los juegos con la Pauli y la Camila, (las hermanas) …quieres venir? Entonces fui a pedir permiso, (eran como las cuatro de la tarde y milagrosamente mi papá me dejó ir con ellos) así que fuimos a columpiarnos a la plaza que estaba al lado de una Multicancha y que tenía muchos juegos y estaba rodeada por insuperables y gruesas ligustrinas (yo no me salía por nada del mundo del columpio). La horas se escurrieron rápidamente como agua ligera que se filtra entre un par de manos cóncavas para estancarla.
Ya como a las seis de la tarde nos íbamos de vuelta a casa... Y mientras volvíamos arranqué del camino un par de flores para recordar lo lindo que lo habíamos pasado, pero al una roza me pinchó la yema de mi dedo rechoncho, y lloró una que otra gota de sangre, pero a mí no me importó.
Llegué a casa muy, muy contenta, a pesar de mi dedo herido y un poco de dolor de cabeza porque me había caído del columpio que se había puesto violento, porque lo empujaron muy fuerte al darme vuelo. Llegué y mi papá no estaba... encontré la casa sola y con mi abuela en su cuarto regañándome y preguntándome si me mandaba sola (cosa que no entendía porque tenía el permiso de papá para ir a jugar). Llegó mi papá en la moto (después de salir a buscarme con desenfreno) y me preguntó donde estaba metida y qué me creía... me golpeó fuerte en el rostro y el cuerpo ...y mis flores cayeron al suelo junto con mis lágrimas. El rostro se me hinchó un poco y me quedó el ojo un tanto azul verdoso, al igual que mis piernas; me castigaron un par de semanas sin salir más al pasaje y sin ver televisión.
Y Todo por el solo hecho de que no había explayado bien cual plaza era a la que iríamos, esa que queda una calle más arriba, no la otra, que está al lado de mi pasaje.